- Hay que empezar a leer muy temprano. La alegría de leer comienza al mismo tiempo que la alegría de imaginar y los primeros años son fundamentales para que nazca el amor por la lectura.
- Debemos leer con ellos todos los días. Debe ser un momento cálido de acercamiento y serenidad. Ojalá en el mismo rincón de la casa.
- Pongámosle mucho humor y vida a la lectura. Hagamos voces y ruidos. Subamos y bajemos el tono: a veces duro, a veces en secreto. Hagamos muecas, gestos con las manos. Señalemos la imagen, movamos el libro.
- Para construir un vocabulario enriquecido, no hay que tenerle miedo a las largas o complicadas. Reírse con cada palabra compleja que resulte y comentarla: “Esta es una libélula, li-bé-lu-la”
- Las palabras son también música. Suenan bonito, a veces riman, a veces son chistosas. Encontremos con ellos la gracia del lenguaje. No nos limitemos al texto del cuento. Somos libres de ir más allá.
- Leer es conversar y es bueno nombrar todo lo que se ve en las imágenes, pero también lo que no se ve. ¿Qué pasó antes? ¿Qué va a pasar después?
- Expresemos claramente lo mucho que disfrutamos leer con ellos. Concentrémonos en el momento. Sin teléfonos, sin aparatos encendidos. Que ese ratico sea también nuestra parte favorita del día.
- Relacionemos las lecturas con la vida cotidiana o las experiencias que se han tenido. “¿Recuerdas el otro día cuando…?” “¿Imagínate que tú fueras a…?” Preguntemos mucho. Conversemos mucho.
- Preparémonos para repetir y repetir las historias favoritas. Pongamos pequeños elementos nuevos al cuento y extendamos la experiencia. Dejemos que sean ellos los que narren a medida que la conocen mejor.
- Estemos listos a detener la lectura si vemos que se ha perdido el interés o si hay problemas para que pongan atención. No lo volvamos una obligación sino un momento espontáneo y sin tensiones.
Jardín Infantil La Arboleda, 50 años de experiencia formando niños integralmente.